LA COMUNICACIÓN COMO CAMPO EN EL QUE SE PRODUCEN RELACIONES DE PODER
COMUNICACIÓN, CULTURA Y RELACIONES DE PODER
Dominique Wolton es un pensador francés que lleva años investigando y escribiendo sobre los procesos de comunicación y cultura en entornos sociales heterogéneos. Este autor propone que la complejidad de toda situación comunicativa surge de la mezcla de dos dimensiones: la normativa y la funcional. ¿Qué quiere decir con esto? Que existen dos aspectos principales a tener en cuenta para entender cómo se desarrollan dichas situaciones. Una de esas dimensiones tiene que ver con la idea básica y original de la comunicación: compartir, dialogar, entenderse. Este primer objetivo básico es lo que Wolton llama "dimensión normativa": se relaciona con la intención de comprenderse, de conectar realmente con el otro. Por otra parte, agrega que este primer aspecto es el "objetivo ideal" de la comunicación, porque sus fines son entenderse y compartir, que no siempre se logran (piensen que Wolton escribe teniendo en cuenta que en toda sociedad actual hay diferencias, distintas identidades e intereses, lo que hace que bastante difícil comprenderse y estar de acuerdo). En nuestro país hay diversas comunidades indígenas que intentan mantener sus rasgos de identidad a pesar de haber sido arrasadas en distintas etapas históricas y por otro lado, con comunidades importantísimas de inmigrantes que llegaron a principios y hasta mediados del siglo XX. Y además, las diversas "tribus urbanas" que surgen continuamente, los inmigrantes más recientes de países limítrofes, lo grupos de intereses que conforman identidades y pertenencias. En un ambiente en el que hay notables diferencias culturales, la comprensión de los "mensajes" e ideas son diferentes.
Esto es más fácil de entender si consideramos que existe otra dimensión, la funcional, que consiste simplemente en la transmisión e intercambio de información, sin necesidad de alcanzar la comprensión mutua. Por ejemplo, hay acciones prácticas que necesitamos conocer para vivir en las sociedades actuales (saber cómo usar una computadora o un cajero automático, cómo enviar un correo electrónico, hasta cómo cruzar la calle, tomar un colectivo o un tren) que si bien parecen "automatizadas", son en realidad, datos que aprendimos y que nos ayudan a vivir y convivir, pero sin alcanzar esa comprensión con los demás; son sólo informaciones que nos ayudan a movernos en sociedad para no sentirnos aislados y perdidos, tal como vimos con el caso del señor Sigma planteado por Umberto Eco. Un divertido de ejemplo para entender esto puede ser la campaña publicitaria de "Walter de los ochenta" que realizó Telefónica de Argentina a partir del año 2000, que puede verse completa por you tube. Para los que no la vieron, es sobre un chico que es congelado en la década del ochenta y despierta en el año 2000, y no entiende nada porque sigue con su hábitos y costumbres: va un cine (que ahora es una iglesia evangélica), pregunta cómo ir a Pumper Nic -la primera cadena de comida rápida que existió en Argentina-, le dice a un taxista que lo deje cerca del Italpark -que llegó a ser el parque de atracciones más grande de Sudamérica por esos años , y que cerró hace aproximadamente hace una década, en los años noventa-, se encuentra con Alfredo Casero -amigo de la adolescencia, hace 15 años atrás- y dice "pobre, quería ser actor"...Walter no entiende nada porque no tiene los conocimientos funcionales que le hacen falta para moverse en la época que se despierta).
DE LIBERTADES Y (DES)IGUALDADES
El principal problema que ve Wolton en el funcionamiento de los procesos de comunicación actuales es que tanto la información como la comunicación pueden estar del lado de valores tan importantes (y contradictorios) como la igualdad (entre distintas personas y comunidades, sobre todo con respecto a los derechos y accesos democráticos) y la libertad individual. Pero también pueden centrarse en la dimensión funcional y generar lo contrario, es decir, dominación y desigualdad. ¿Qué significa esto? Que detrás de toda estrategia de comunicación (y, sobre todo, de la que se produce a través de los medios, desde las revistas e internet) existen intereses económicos; y si un proceso comunicativo sólo se ocupa de los datos, de la difusión y el intercambio (dimensión funcional), puede centrarse exclusivamente en los aspectos comerciales, más alá del verdadero objetivo de comunicar, conectar, entenderse. Este tipo de actitud funciona -lamentablemente- para industrias como las del petróleo, en las que hay una dominación del dinero y el poder, pero no es tan sencillo para las industrias culturales, ya que implican una serie de dimensiones que no pueden venderse solamente al mejor postor (aunque a más de uno le gustaría que así fuese). Vayamos por partes: existe una industria mediática que se enmarca dentro de las llamadas "industrias culturales", definición que agrupa a todas las producciones que tienen que ver con el arte, la producción editorial, cinematográfica, musical, etc. Pensar que el poder y el dinero pueden decidir por completo sobre lo que nos identifica, nos representa y nos gusta es reducir demasiado el problema: este tipo de contenidos tienen elementos que desbordan el hecho "de prestar un servicio"(como en el caso del petroleo, ya que su función primordial es hacer funcionar diversas maquinarias, fábricas y transportes); tienen que ver con la actividad humana y social. Como afirma Wolton: "Las industrias culturales pueden imponer modas, pero no controlar las culturas. Las colectividades y los pueblos son capaces de resistírseles, aún si esto no es inmediatamente visible" (Wolton, 2009). Y está claro que un blogger no tiene la misma influencia que un gran grupo de comunicación; sin embargo, tenemos un espacio para aceptar, negociar, rechazar, etc., como receptores activos. Esto es lo que el autor denomina "margen de maniobra". Nosotros somos participantes en el proceso de comunicación, mucho más de lo que podemos serlo en el proceso de producción, compra y venta de bienes o servicios que satisfacen necesidades concretas con la nafta o la comida. Podemos comprender lo que transmiten los medios de distintas maneras, comentarlo, difundirlo, aceptarlo totalmente o no y generar nuevos contenidos a partir de los medios y la cultura popular.
Es importante tener en cuenta, para comprender bien a qué se refiere Wolton, que este autor utiliza una definición antropológica de cultura, no restringida a la llamada "alta cultura" o "cultura culta"; sino que estamos hablando de ella como el conjunto de todos los elementos que nos permiten situarnos en el mundo, comprenderlo y vivir en él, sin sentirnos excluidos. La cultura se entiende hoy como algo mucho más complejo y dinámico, que engloba toda producción humana, tal como vimos en el capítulo anterior. Y eso, justamente, se ve aumentado por la gran cantidad de intercambios: Internet y sus distintas manifestaciones los han disparado de una manera inimaginable hace poco tiempo atrás. Wolton propone que la cultura (la de cada lugar, a pesar de las mezclas, combinaciones y cruces que existen) se mantiene como un factor de estabilidad frente a la creciente cantidad de información y procesos de comunicación. Es decir que nuestra cultura de origen funcionaría como un lugar de pertenencia frente a la enorme cantidad de datos del resto del mundo a los que tenemos acceso en la actualidad. Aquí se abre otro debate, el de la fragmentación de las culturas e identidades y el reconocimiento del otro (o los otros), que veremos en el siguiente capítulo.
Retomando el tema de los receptores y su rol, si es cierto que como ciudadanos "normales"podemos resistirnos a lo que nos propone la industria de la comunicación, ¿cómo lo hacemos? Wolton afirma que " Será siempre posible apoyarse en las referencias normativas para combatir las derivas comerciales" (Wolton, 2009). Esto significa, simplemente, que tenemos que desarrollar una capacidad crítica frente a lo que nos prometen las industrias culturales mundiales, que nos permite ver y manifestar la diferencia entre los valores de libertad y creación que son inherentes a la comunicación.
En otras palabras, no aceptar pasivamente todo lo que nos proponen, sino criticar (en el sentido amplio de la palabra), expresar nuestra opinión, ver los posibles matices, etc. Esta posibilidad se hace más amplia con el gran éxito de las llamadas "nuevas tecnologías", que aceleró la toma de conciencia a nivel internacional de los límites de una pretendida cultura mundial e igualitaria y, a su vez, de la necesidad de mantener los vínculos entre culturas e industrias locales, comunitarias y nacionales, no como algo cerrado y estricto, sino como lugar de encuentro en el que nos reconocemos como somos, al menos en algunos aspectos. El tema sigue ofreciendo espacios para pensar: se acortan las distancias físicas, pero no se comprenden del todo las distancias culturales -que paradójicamente, aumentan al ser más conocidas-; estar más cerca no implica entenderse; la mayor difusión e intercambio de información no crea comunicación como por arte de magia. Para entendernos, respetarnos y convivir hace falta un gran trabajo de verdadera comunicación, que levará tiempo y reflexión. Aún estamos en una etapa de experimentación, de tener "el mundo en casa"a través de una computadora, opinamos, pero un poco a la deriva en ese mundo virtual que seguimos explorando. Y desarrollar una capacidad de reflexión crítica es fundamental para no convertirnos en unos náufragos en el mar de la información.
ACTIVIDAD:
1) Leer el texto, subrayando ideas principales y marcar conceptos y palabras que no entiendan.2) Realizar un resumen con sus palabras sobre los aspectos más interesantes de cada subtítulo.
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