martes, 30 de junio de 2015

Clase diecisiete (1 de Julio)


TRANSCULTURACIÓN

Cuando un pueblo llega a otros territorios por medio del comercio o de la conquista, puede tener varias actitudes con respecto a la diferencia cultural: aceptarla cómo válida para esa otra sociedad, despreciarla como inferior, o tratar de destruir las características culturales consideradas como negativas para el pueblo conquistador.

Si el descubrimiento se produce con respeto del otro, con valoración de la cultura y sus habitantes, es probable que cada comunidad tome de la otra los elementos que vean que les son útiles: se trata entones de un encuentro que trae como consecuencia una transculturación, un intercambio de elementos culturales que transforme en cierta medida a ambas culturas.


Muchos han catalogado la llegada de los españoles, los portugueses y demás europeos a las tierras americanas como ¨encuentro de culturas¨. Sin embargo, por las particularidades del sometimiento impuesto a las distintas culturas aborígenes, su desprecio general como inferior y su intento de destruir sus características culturales acusando a sus diferentes religiones, tradiciones y expresiones artísticas como ¨demoníacas¨, no podemos calificarla de ¨encuentro¨  sino de choque de culturas.


Cuando una sociedad somete a otra, generalmente mediante la fuerza o la presión económica, trabaja fundamentalmente sobre su sistema ideológico a fin de minarlo, descalificándolo, para derrumbar sus pilares y poder imponer sobre ellos un nuevo sistema ideológico, que acepte esa dominación. Ese proceso se denomina deculturación, o pérdida de la especificidad cultural del grupo, que produce vaciamiento o mutilación de una cultura. Según Darcy Ribeiro, es el procedimiento por el cuál ¨contingentes humanos desgarrados de su sociedad (y por lo tanto, de su contexto cultural) a través del avasallamiento o del traslado, y reclutados como mano de obra en empresas ajenas, se ven en la situación de abandonar su patrimonio cultural propio y de aprender nuevos modos de hablar, de hacer, de interactuar y de pensar. En estos casos, el énfasis está colocado más en la erradicación de la cultura original y en los traumas resultantes de ello, que en la interacción cultural¨.


Una vez dominado el pueblo, vaciada o descalificada su cultura, los conquistadores inician el proceso de aculturación. Por el mismo, se imponen valores culturales que son presentados como único modelo válido en todas las esferas de la vida del individuo. De este modo, se sustituye la cultura autóctona por la de los colonizadores, pero no en igualdad de oportunidades, ya que los dominados generalmente deben trabajar para los primeros, pudiendo sólo excepcionalmente adquirir el pleno legado de la civilización conquistadora. Mediante la aculturación, se confunden los factores de identificación de una cultura, y los miembros de esa comunidad llegan a aceptar sus propia cultura como inferior a la impuesta.


Sin embargo, nunca la deculturación es completa; siempre permanecen rasgos culturales propios resistiendo a la imposición, aun formando parte de una cultura enajenada. A veces toman la forma de sincretismo cultural o religioso, mediante el cual aparecen disfrazados u ocultos bajo nuevas formas, elementos culturales o religiosos de profunda significación para el pueblo sometido. Su reconocimiento es un instrumento indispensable para la lucha por la liberación de la nación subyugada.


El autor José Rabasa publicó un artículo en la Revista Andina de Letras en 1998, ¨ Del Zapatismo: reflexiones sobre lo folclórico y lo imposible en la insurrección subalterna del EZLN¨, donde hace algunas observaciones muy interesantes sobre el funcionamiento simbólico -en ese momento reciente- de los alzamientos popular-militares de Chiapas, en México.


A partir del análisis de los discursos zapatistas en los comunicados, entrevistas y cartas aparecidas en el diario La Jornada (desde el 1 de enero de 1994 hasta septiembre de 1995), intentará encontrar la forma de entender la compatibilidad de lo moderno y lo no-moderno en las insurrecciones subalternas. Más allá de la terminología teórica y observaciones eruditas que plantea, dice que hay un problema básico, que se relaciona con todo lo que estuvimos comentando hasta aquí. Habla de la violencia discursiva o de la escritura de la violencia. ¿Qué quiere decir con esto? Que el lenguaje y la forma de usarlo, además de las categorías que se aplican, no son naturales ni son las únicas posibles; es más, existe una gran parte de la lengua que tiene tendencias racistas desde hace siglos. Esto es otra forma de violencia, aunque no solamos registrarla. Por ejemplo, comenta que los autores que intentaron entender un movimiento como el Zapatista seguían trabajando con una serie de ¨lugares comunes épicos¨, que circulan desde la colonia y que considera a los pueblos del tercer mundo bajo representaciones denigrantes (es decir, definiciones sobre el ¨otro¨ -en este caso los pueblos en desarrollo- como seres inferiores). Este tipo de violencia automáticamente trata a los programas políticos subalternos (aquellos que proponen alternativas a las propuestas oficiales y mayoritarias) como infantiles, poco importantes, realizados sin conocer qué sucede.


Y justamente, el EZLN tiene su interpretación -tan auténtica y válida como cualquier otra- de las fuentes de su opresión y su realidad. Se  resisten y combaten la lectura tradicional (y absolutamente tendenciosa) de que todas las manifestaciones indígenas han sido lideradas por ¨un blanco¨ (en casos anteriores, Fray Bartolomé de las Casas; en este caso, Marcos). Sostienen que es una afirmación falsa y que además implica una violencia frente a los que algunos autores llaman ¨las pequeñas voces de la historia¨. También denuncian al paternalismo, criticando la ¨ folclorización¨ de los saberes populares (en el peor sentido: convertir creencias y saberes ¨no oficiales¨en meros objetos de colección o hábitos exóticos -y ajenos-, aislándolos de todo anclaje en la trama social).


Y quizá uno de los grandes logros entre unos cuantos otros del movimiento Zapatista sea éste: hacer escuchar a otras voces, pero también hacer tomar conciencia de que al menos una parte de la disputa es simbólica. Hay que generar nuevas categorías de pensamiento, lengua y significación para comprender movimientos como éste en toda su complejidad y riqueza. Rabasa concluye que: ¨Los estudios subalternos se plantean la necesidad de hacer un inventario de formas de violencia discursiva que se han sedimentado en el ´sentido común´ de los tropos desarrollistas¨.


El Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) es una organización político-militar mexicana. Tienen una clara orientación hacia el indigenismo y buscan crear una sociedad más justa para todos, sobre todo para los indígenas de la zona de Chiapas en México, que viven con unas condiciones terribles.


El mundo los conoció masivamente cuando en 1994, un grupo de indígenas con pasamontañas y armas, irrumpió  en distintas sedes de gobiernos municipales, reclamando la remoción del presidente Carlos Salinas de Gortari, y se manifestaron en contra del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (que entraba en vigor en ese momento). Uno de los personajes que hizo más atractivo e interesante todo este movimiento fue el Subcomandante Marcos. Además de ser la imagen de referencia del movimiento, aparecía (y aparece) con pasamontañas y nadie sabía quién era. Si bien el gobierno mexicano difundió su supuesta identidad -Rafael Sebastián Guillén Vicente, profesor universitario- todavía se duda de ella. Se convirtió en un elemento que agregaba una fuerte carga simbólica a todo el movimiento.




ACTIVIDAD:



¿Qué es lo que entiende de la siguiente lectura?
¿Qué relación hay entre el concepto de transculturación y la experiencia del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN)?
¿Cuáles de las tres lecturas propuestas por Stuart Hall cree que se corresponde con el ejemplo del EZLN?
Elabore las referencias para completar un acróstico con la palabra CULTURA. 
    

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